A todos nos ha ocurrido alguna vez que alguien nos ha rechazado, ya sea a nivel familiar, de pareja o incluso algún amigo. Pensábamos que contarían con nosotros, pero no nos avisaron; interpretamos que esa persona sentía algo por nosotros, pero no tanto como para comenzar una relación o bien nos ofrecimos a hacer algo, pero no fuimos seleccionados.
Existen miles de experiencias en nuestro día a día en las que el rechazo es el protagonista, ahora bien no todas dejan su rastro ni las llevamos consigo a cuestas. Esto solo sucede cuando tenemos una fuerte implicación emocional, cuando la relación con la otra persona nos importa e incluso nos sostiene, como ocurre durante los primeros años de nuestra vida. De hecho, sentirnos rechazados desde pequeños puede influirnos a lo largo de toda nuestra vida, ya que es una de las heridas emocionales más profundas porque implica un rechazo a nuestro interior, a lo que pensamos, sentimos y hacemos, y que se encuentra en las profundidades de muchos de nuestros miedos.
Al fin y al cabo, rechazar tiene que ver con despreciar, denegar y en definitiva con “no querer” algo o a alguien, por lo que experimentar este sentimiento genera mucho sufrimiento.
El origen de la herida emocional del rechazo
Las raíces de esta herida emocional suelen estar en la infancia y son fruto del rechazo explícito de los padres a su hijo o bien de que este se sienta rechazado por ellos, incluso sin haber intención por parte de estos; es decir, este último caso es más bien una vivencia emocional por parte del niño, lo que ocurre es que aún así, los efectos son muy similares, pues el sentimiento es el mismo.
Según Lisa Bourbeau, una de las personas que más ha investigado sobre este tema, la primera consecuencia que genera el rechazo es la creación de una máscara por parte de quien lo sufre. De este modo, el niño poco a poco comienza a comportarse como cree que sus padres esperan y se esconde bajo un disfraz, una apariencia. Esta estrategia es un mecanismo de protección que le sirve para huir del sentimiento de rechazo, pero que a su vez genera un sufrimiento mayor a la larga porque se infravalora a sí mismo, ya que piensa que si se muestra tal y como es, será rechazado o que sus padres no lo querrán. El problema de esto es que la máscara acaba llevándose en todos los ambientes y con el paso del tiempo, el niño ya adulto puede darse cuenta de que lleva muchos años siendo quien no es. Lo que implica un fuerte desengaño y la necesidad de un gran trabajo personal para aceptarse a sí mismo.
Aun así, el rechazo también puede tener otro tipo de consecuencias en el niño, como apatía, ansiedad, conductas autodestructivas, pasividad, impulsividad, hiperactividad, desobediencia o falta de control, entre otras. La infravaloración y la baja autoestima están muy relacionadas con la herida emocional del rechazo. El impacto depende de los recursos internos de los que disponga el niño para gestionar esa experiencia. De hecho, el rechazo también puede estar enmascarado tras actitudes y comportamientos de sobreprotección.
Otro aspecto importante es que para muchas personas puede pasar desapercibido y es en la adolescencia o en la adultez cuando sale a la luz y cuando se explican mucho comportamientos. De repente, ese miedo a las relaciones, ese temor a mostrarse como uno es o incluso a dar una opinión tienen sentido, a la vez, que genera mucho dolor.
¿Cómo son las personas que se han sentido rechazadas?
Las heridas emocionales de la infancia afectan al desarrollo de la personalidad. Así, las personas que ha experimentado fuertemente el rechazo suelen infravalorarse, temen errar y buscan la perfección a toda costa con el fin de ser queridas y obtener el reconocimiento de los demás. Por ello, son muy sensibles a sus comentarios. Tanto es así, que su valor no dependerá de ellas mismas, sino de lo que opinen los demás.
Además, suelen preferir estas a solar porque así se reducen las posibilidades de ser despreciadas y en el caso de que tengan que estar con otras personas, intentan pasar desapercibidas, por lo que hablan poco o se esconden bajo ese disfraz que muestra lo que ellas piensan que los demás esperan. Pero si hay algo que las caracteriza es que el rechazo lo tienen muy presente. Es tan intensa su sensación que la mayoría de las veces creen que son rechazadas, independientemente de que sea así o no y buscan cualquier gesto o señal que se lo confirme. De hecho, cuando son elegidas o los demás destacan algo sobre ellas no se lo creen porque se rechazan a sí mismas y pueden llegar a sabotear la situación.
El problema de las personas con la herida del rechazo es que cuanto más profunda sea esta, mayor probabilidad tienen de ser rechazadas o rechazar a los demás y de experimentar fuertes sentimientos de resentimiento y odio. Esto ocurre porque filtran el mundo y sus relaciones a partir de su herida.
Sanar la herida del rechazo
¿Cómo sanar entonces la herida del rechazo? ¿es posible vender el miedo a ser rechazado y creer que hay personas que aceptar a uno tal y como es? Por supuesto, pero el proceso no suele ser fácil, ya que hay que vencer algunas resistencias, desmontar creencias y valorarse a uno mismo.
- El primer paso consiste en ser consciente de esta herida, es decir, aceptar que forma parte de uno mismo, que se lleva consigo y que influye en las relaciones de los demás. Solo así se podrá dar salida a todos los sentimientos atrapados y negados que han sido almacenados en el interior de uno mismo durante tanto tiempo.
- Analizar de qué forma afecta a las relaciones con los demás es un gran punto de apoyo porque señala bajo qué tipo de situaciones estar más alerta, para no dejarse llevar por las creencias irracionales y cómo actuar. Al fin y al cabo, quien se ha sentido rechazado profundamente, piensa que siempre lo será y esto no es verdad.
- El siguiente paso conlleva un ejercicio de sinceridad y compasión, tanto con uno mismo como con los demás. En primer lugar, se trata de perdonarse por el trato que uno mismo se ha dado durante tanto tiempo y en segundo lugar, perdonar a los demás. Quizás este último sea más complejo, pero en la mayoría de las ocasiones las personas que han herido lo han hecho de la mejor forma que han podido, además de sus heridas y sufrimientos. Eso sí, aquí conviene aclarar que perdonar no implica retomar el contacto si no es posible, sino liberar el rencor y los sentimientos negativos por el trato recibido.
- Por último, es necesario comenzar a aceptarse, cuidarse, valorarse, comprender y tenerse en cuenta. Algo que al principio suele ser bastante complejo porque no se está acostumbrado: a quienes no se han sentido queridos, el hecho de darse amor es todo un reto para ellos, pero es imprescindible para seguir creciendo.
En definitiva, sanar la herida emocional del rechazo es un trabajo que tiene que hacerse desde dentro, ya que todo lo que sea externo solo saciará la necesidad de afecto y reconocimiento de forma temporal. Los demás pueden ayudar, pero el principal esfuerzo es el personal, ese que favorecerá un nuevo enfoque desde el que observar la vida, libre de miedos a mostrarse tal y como uno es y que ayuda a brillar desde la autenticidad.