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Mujer pensando en la vulnerabilidad de espaldas

La vulnerabilidad no es debilidad

Todos somos vulnerables de alguna forma, tenemos nuestro talón de Aquiles o alguna kryptonita puede derrumbarnos. Lo cierto es que nos da pánico aceptarlo, que nos hagan daño e incluso darnos cuenta de que no existen garantías de casi nada, que la incertidumbre es más constante que el control y la seguridad. Por ello, hay ciertos aspectos de nosotros que no sacamos a la luz porque sabemos que conllevan algún riesgo emocional.

Lo que ocurre es que al igual que nos exponen y avergüezan, también conllevan la posibilidad de avanzar, crecer y madurar, pero muy pocos son capaces de percibirlo. Esto sucede porque la vulnerabilidad siempre ha estado ligada más al hecho de ser débiles, poco válidos o incapaces. Sin embargo, tiene mas valor psicológico que otra cosa, como afirma la investigadora Brené Brown.

Reconocerse como vulnerable es aceptar que se es imperfecto, dejando a un lado los filtros y las apariencias para mostrarse de forma sincera y auténtica. Porque, ¿quién no tieen heridas o asuntos pendientes? ¿quién no ha vivido experiencias de dolor y sufrimiento? Además, aceptar la propia vulnerabilidad implica que se apuesta por una conexión íntima y verdadera con los demás, ya que solo mostrándonos tal y como somos podemos forjar vínculos con los hilos del amor y la franqueza.

Ahora bien, en un mundo en el que imperan las apariencias, la tiranía de lo positivo, el éxito y la perfección no es fácil lidiar con esto, pues no hay cabida para el error o el malestar. Es como si nos obligasen a ser superhéroes, a estar siempre felices y contentos. Razones por las que ocultamos todo aquello que nos entristece y nos duele, lo que nos hace parece más frágiles y menos válidos. Motivos por los que huimos y escapamos de todo aquello que esté relacionado con las equivocaciones y la imperfección porque nos avergüezan.

Se trata de un juego mental que nos induce a mostrar una parte de nosotros y a disfrazarnos un poco, pero al hacerlo, el malestar aumenta, pues no es posible estar bien si no podemos ser nosotros mismos.

Así, cuando no aceptamos la vulnerabilidad, nos damos la espalda y nos rechazamos. Nos hacemos invisibles a nosotros mismos. Y así es imposible que surjan la valentía y los cambios porque somos prisioneros de nuestros temores.

Valentía y vulnerabilidad van de la mano

 

No hay valentía sin miedo. Eso sí hay que transcenderlo, no limitarse por ello, de lo contrario es la cobardía la que hace acto de presencia y con ella la sensación de debilidad. De ahí que vulnerabilidad y debilidad no sean lo mismo.

Aceptar ser vulnerable implica dar un paso al frente, apostar, arriesgarse, a pesar de todo, de miedos y heridas, pero ser débil tiene más que ver con tener poca resistencia, con bajar la guardia y ceder ante las desgracias y situaciones difíciles. Por lo tanto, la valentía que no es otra cosa que la capacidad de continuar a pesar del miedo, de seguir adelante siendo conscientes de que puede que salga o que no, está ligada a la vulnerabilidad, mientras que la cobardía es compañera de la debilidad y la comodidad porque aunque no se esté bien, puede más el temor a intentarlo.

Y esto podemos verlo en nuestro día a día. ¿Cuánta gente silencia su opinión para aceptada por los demás? ¿cuántas personas están incómodas, pero no se atreven a hablar porque no quieren hacer frente a las consecuencias? ¿cuántos ocultan lo que son, muestran otras caras, con tal de no contrariar al resto o sufrir porque no están de acuerdo con la mayoría?

Al final, cuando uno se reconoce vulnerable, se reconoce humano y no todopoderoso e inmune y eso aviva las relaciones humanas porque favorece la conexión. De alguna forma, vemos al otro más cercano y es más fácil que nos impliquemos de verdad. Porque cuando otra persona se desnuda emocionalmente ante nosotros se crea una atmósfera especial en la que suele ser más fácil comprender que juzgar.

Por algo Brené Brown defina a la vulnerabilidad como «el punto en el que nacen el amor, el sentido de pertenencia, la valentía, la creatividad, la empatía y la alegría. Es fuente de esperanza, empatía, responsabilidad y aunteticidad (…) es poder compartir nuestras historias con aquellos que han ganado el derecho de escucharlas».

Entonces, ¿reconocerse vulnerables es de valientes? Por supuesto porque nos aceptamos a nosotros mismos. ¿Qué valentía hay en disfrazarse y comportarse como esperan los demás? ¿No será más bien eso de cobardes?

No somos débiles cuando nos mostramos tal y como somos, sino auténticos. Por lo tanto, no tengamos miedo a concebirnos como vulnerables porque cuando lo hacemos nos hacemos visibles, damos espacio a la humildad y podemos avanzar. Recordemos lo que dice Brené Brown, la vulnerabilidad es la medida más precisa de nuestro valor…

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Hombre solo por herida de rechazo

La herida emocional del rechazo

A todos nos ha ocurrido alguna vez que alguien nos ha rechazado, ya sea a nivel familiar, de pareja o incluso algún amigo. Pensábamos que contarían con nosotros, pero no nos avisaron; interpretamos que esa persona sentía algo por nosotros, pero no tanto como para comenzar una relación o bien nos ofrecimos a hacer algo, pero no fuimos seleccionados.

Existen miles de experiencias en nuestro día a día en las que el rechazo es el protagonista, ahora bien no todas dejan su rastro ni las llevamos consigo a cuestas. Esto solo sucede cuando tenemos una fuerte implicación emocional, cuando la relación con la otra persona nos importa e incluso nos sostiene, como ocurre durante los primeros años de nuestra vida. De hecho, sentirnos rechazados desde pequeños puede influirnos a lo largo de toda nuestra vida, ya que es una de las heridas emocionales más profundas porque implica un rechazo a nuestro interior, a lo que pensamos, sentimos y hacemos, y que se encuentra en las profundidades de muchos de nuestros miedos.

Al fin y al cabo, rechazar tiene que ver con despreciar, denegar y en definitiva con “no querer” algo o a alguien, por lo que experimentar este sentimiento genera mucho sufrimiento.

El origen de la herida emocional del rechazo

Las raíces de esta herida emocional suelen estar en la infancia y son fruto del rechazo explícito de los padres a su hijo o bien de que este se sienta rechazado por ellos, incluso sin haber intención por parte de estos; es decir, este último caso es más bien una vivencia emocional por parte del niño, lo que ocurre es que aún así, los efectos son muy similares, pues el sentimiento es el mismo.

Según Lisa Bourbeau, una de las personas que más ha investigado sobre este tema, la primera consecuencia que genera el rechazo es la creación de una máscara por parte de quien lo sufre. De este modo, el niño poco a poco comienza a comportarse como cree que sus padres esperan y se esconde bajo un disfraz, una apariencia. Esta estrategia es un mecanismo de protección que le sirve para huir del sentimiento de rechazo, pero que a su vez genera un sufrimiento mayor a la larga porque se infravalora a sí mismo, ya que piensa que si se muestra tal y como es, será rechazado o que sus padres no lo querrán. El problema de esto es que la máscara acaba llevándose en todos los ambientes y con el paso del tiempo, el niño ya adulto puede darse cuenta de que lleva muchos años siendo quien no es. Lo que implica un fuerte desengaño y la necesidad de un gran trabajo personal para aceptarse a sí mismo.

Aun así, el rechazo también puede tener otro tipo de consecuencias en el niño, como apatía, ansiedad, conductas autodestructivas, pasividad, impulsividad, hiperactividad, desobediencia o falta de control, entre otras. La infravaloración y la baja autoestima están muy relacionadas con la herida emocional del rechazo. El impacto depende de los recursos internos de los que disponga el niño para gestionar esa experiencia. De hecho, el rechazo también puede estar enmascarado tras actitudes y comportamientos de sobreprotección.

Otro aspecto importante es que para muchas personas puede pasar desapercibido y es en la adolescencia o en la adultez cuando sale a la luz y cuando se explican mucho comportamientos. De repente, ese miedo a las relaciones, ese temor a mostrarse como uno es o incluso a dar una opinión tienen sentido, a la vez, que genera mucho dolor.

¿Cómo son las personas que se han sentido rechazadas?

Las heridas emocionales de la infancia afectan al desarrollo de la personalidad. Así, las personas que ha experimentado fuertemente el rechazo suelen infravalorarse, temen errar y buscan la perfección a toda costa con el fin de ser queridas y obtener el reconocimiento de los demás. Por ello, son muy sensibles a sus comentarios. Tanto es así, que su valor no dependerá de ellas mismas, sino de lo que opinen los demás.

Además, suelen preferir estas a solar porque así se reducen las posibilidades de ser despreciadas y en el caso de que tengan que estar con otras personas, intentan pasar desapercibidas, por lo que hablan poco o se esconden bajo ese disfraz que muestra lo que ellas piensan que los demás esperan. Pero si hay algo que las caracteriza es que el rechazo lo tienen muy presente. Es tan intensa su sensación que la mayoría de las veces creen que son rechazadas, independientemente de que sea así o no y buscan cualquier gesto o señal que se lo confirme. De hecho, cuando son elegidas o los demás destacan algo sobre ellas no se lo creen porque se rechazan a sí mismas y pueden llegar a sabotear la situación.

El problema de las personas con la herida del rechazo es que cuanto más profunda sea esta, mayor probabilidad tienen de ser rechazadas o rechazar a los demás y de experimentar fuertes sentimientos de resentimiento y odio. Esto ocurre porque filtran el mundo y sus relaciones a partir de su herida.

Sanar la herida del rechazo

¿Cómo sanar entonces la herida del rechazo? ¿es posible vender el miedo a ser rechazado y creer que hay personas que aceptar a uno tal y como es? Por supuesto, pero el proceso no suele ser fácil, ya que hay que vencer algunas resistencias, desmontar creencias y valorarse a uno mismo.

  • El primer paso consiste en ser consciente de esta herida, es decir, aceptar que forma parte de uno mismo, que se lleva consigo y que influye en las relaciones de los demás. Solo así se podrá dar salida a todos los sentimientos atrapados y negados que han sido almacenados en el interior de uno mismo durante tanto tiempo.
  • Analizar de qué forma afecta a las relaciones con los demás es un gran punto de apoyo porque señala bajo qué tipo de situaciones estar más alerta, para no dejarse llevar por las creencias irracionales y cómo actuar. Al fin y al cabo, quien se ha sentido rechazado profundamente, piensa que siempre lo será y esto no es verdad.
  • El siguiente paso conlleva un ejercicio de sinceridad y compasión, tanto con uno mismo como con los demás. En primer lugar, se trata de perdonarse por el trato que uno mismo se ha dado durante tanto tiempo y en segundo lugar, perdonar a los demás. Quizás este último sea más complejo, pero en la mayoría de las ocasiones las personas que han herido lo han hecho de la mejor forma que han podido, además de sus heridas y sufrimientos. Eso sí, aquí conviene aclarar que perdonar no implica retomar el contacto si no es posible, sino liberar el rencor y los sentimientos negativos por el trato recibido.
  • Por último, es necesario comenzar a aceptarse, cuidarse, valorarse, comprender y tenerse en cuenta. Algo que al principio suele ser bastante complejo porque no se está acostumbrado: a quienes no se han sentido queridos, el hecho de darse amor es todo un reto para ellos, pero es imprescindible para seguir creciendo.

En definitiva, sanar la herida emocional del rechazo es un trabajo que tiene que hacerse desde dentro, ya que todo lo que sea externo solo saciará la necesidad de afecto y reconocimiento de forma temporal. Los demás pueden ayudar, pero el principal esfuerzo es el personal, ese que favorecerá un nuevo enfoque desde el que observar la vida, libre de miedos a mostrarse tal y como uno es y que ayuda a brillar desde la autenticidad.

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Jaula con corazón

La epidemia del amor inmaduro

La epidemia del amor inmaduro

Últimamente, me doy cuenta de que en muchas parejas gobierna la autoridad y la posesión, a veces de forma disimulada y otras, consentidas. Se prohiben las salidas con los amigos, se revisan las conversaciones de redes sociales uno al otro e incluso, se elige con quien o no tienen que hablar y saludarse… ¿dónde queda la libertad individual?

Creemos que tener pareja significa estar en posesión del otro porque nos pertenece. Pero poseer no significa sentir amor, sino inseguridad por temor a quedarse sin el otro, que es bien distinto.

El amor no es una jaula, es dejar ser sin poseer en un vuelo acompañado

No puedo vivir sin ti

“Te necesito”, “No puedo vivir sin ti”, “Mi vida pierde el sentido cuando no estás conmigo”, “Me quiero morir” son expresiones que definen a muchas de las relaciones actuales, ya sean en adolescentes como en adultos y que tienen un punto en común: la dependencia emocional.

La idea popular de que necesitamos a nuestra media naranja para ser feliz ha hecho mucho daño en la sociedad junto a los ideales románticos de las películas. Paradójicamente los estudios afirman que primero hay que estar bien con uno mismo para poder tener relaciones satisfactorias de cualquier tipo.

Lo cierto es que todos y cada uno de nosotros venimos al mundo sin un acompañante y hemos pasado épocas en solitario. Por lo que vivir sin otra persona a nuestro lado es posible, lo que no es saludable es carecer de relaciones a todos los niveles.

El error radica en convertir la búsqueda de pareja o la relación de pareja en nuestro único sentido de vida.

Mujer con dependencia

No te necesito, te prefiero

Depender implica estancamiento al no poder crecer porque no somos libres emocionalmente y también implica inmadurez, ¿de verdad piensas que no eres nadie sin el otro? No necesitas el espejo de los demás para verte, tu presencia existe de por sí.

¿Necesitas que alguien te diga cuánto vales para creértelo? Déjame decirte que sí, ese alguien eres tu.

Además, ¿has pensando en que si te comportas como el otro desea o exigimos al otro cómo tiene que hacerlo dejamos de ser nosotros mismos? Toda nuestra autenticidad se desvanece cuando nuestra forma de ser se transforma según los deseos de los demás. 

Lo bonito no es necesitar al otro, sino preferirlo como acompañante de vida y como apoyo. No hay nadie que nos complemente la parte que nos falta porque no podemos responsabilizar a otros de sanar nuestras heridas.

La única persona con la que sí necesitamos vivir es con nosotros mismos por ello es necesario aprender a amarse y valorarse cada día. Ya lo dijo Oscar Wilde, “Amarse a sí mismo es el comienzo de un idilio que durará toda la vida”. Por lo que tener pareja es una preferencia o elección no una necesidad.

No olvidemos que las relaciones de pareja sanas crecen desde el amor consciente y la madurez emocional. Sus miembros saben que son dos personas completas que apuestan por la idea de crecer juntas pero que en ningún momento se anulan porque su propósito es un viaje de evolución, individual y colectivo: la pareja.

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Manos

La acción más pequeña es mejor que la intención más grande

La acción más pequeña es mejor que la intención más grande

Olvidamos la grandeza de los actos más pequeños y sobrevaloramos en ocasiones las palabras que nos transmiten intenciones grandes. No es lo mismo pensar que actuar, ni hablar que hacer. Por muy insignificante que sea una acción siempre tendrá más valor que aquello que se queda en el aire.

No somos conscientes del valor de los hechos cotidianos, ni de los demás ni de los nuestros. De esos pequeños detalles y granitos de arena que son capaces de construir sonrisas auténticas, generar emociones intensas y empezar a construir nuestros sueños.

“Los grandes corazones se contentan con pequeños detalles”
-Hernán Sabio-

Las palabras que no van seguidas de hechos no valen nada

Las palabras son un recurso potente para quien sabe emplearlas. Gracias a ellas se cierran negociaciones, comienzan relaciones y se crean promesas. Pero una cosa es emitir un mensaje o una intención y otra muy distinta que esto se haga realidad mediante la acción.

Pueden decirte muchas cosas pero si no van acompañadas de hechos, las palabras pierden su valor.
 
Burbujas en forma de corazón
 
Crear expectativas a los demás o a nosotros mismos puede generar frustración, decepción o rabia. Por supuesto que somos libres de decir lo que queramos pero no olvidemos que por la boca muere el pez. Si no vamos a cumplir aquello que decimos es mejor el silencio. ¿De qué te sirve crear ilusiones a la gente o a ti mismo?

No olvidemos además que las palabras son un arma de destrucción masiva en la boca de personas manipuladoras. Por lo que dejarnos guiar por lo que nos dicen es un arma de doble filo que en ocasiones puede atraparnos es inmensas telas de araña.

Hay gente que habla y no actúa, y otras que son más silenciosas pero sus actos comunican grandes mensajes emocionales. De estas últimas puedes fiarte, tienen el secreto de demostrar sus sentimientos aún en el silencio.

Tus acciones te definen más que tus palabras

La mayoría de nosotros solemos hablar más de lo necesario, generando promesas que terminaremos por no cumplir. Esto no quiere decir que no haya buenas intenciones detrás de nuestras palabras pero también es importante barajar el valor que los demás dan a lo que les decimos.

Para ti puede que sea un comentario socialmente aceptable en ese momento que no llegue a más o que realmente pienses que vas a cumplirlo, pero quizás para la otra persona tu mensaje tenga un valor incalculable. La cuestión es que finalmente nos recordarán por lo que hemos hecho y no por lo que dijimos.

Tus comportamientos en buena medida te definen y son los pequeños detalles lo que hacen la diferencia. Por lo que el gesto más pequeño tiene más poder que las palabras más bonitas y las intenciones más desmesuradas. Porque, ¿a quién valoras más, a alguien que te dice que te quiere o alguien que realmente te lo demuestra?

 
Pareja abrazada

Al final de una persona quedan sus huellas y estas se conforman por la acumulación de sus actos. La acción es la huella indeleble de cada uno de nosotros.

Los hechos no dejan de existir solo porque sean ignorados

Las palabras vuelan, se deshacen y desaparecen, hasta pueden deformarse. Pero un hecho siempre marcará el momento en que ocurrió, por mucho que alguien intente ignorarlo. Un hecho no puede deformarse nunca, tan solo puede transformase lo que se cuenta sobre este, y eso son palabras…

La cuestión está en si valoramos las acciones que los demás tienen hacia nosotros y las que nosotros llevamos a cabo tanto hacia los otros como a nosotros mismos. Estoy segura de que no, y de que a veces nos dejamos llevar por las palabras. Pero recuerda que una acción demuestra, una palabra solo emite un mensaje que puede o no llegar a cumplirse.

Quizás la clave se encuentra en actuar más y en hablar menos, y en leer entre líneas los subtítulos que acompañan a los hechos.
 
Artículo publicado originalmente en La Mente es Maravillosa

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Mujer con flores

Practica el amor propio para ser feliz

Practica el amor propio para ser feliz

Casi siempre es la misma historia: estamos más pendientes de lo que quieren los demás, de nuestras obligaciones y compromisos que de aquello que deseamos nosotros ¿y cuál es el resultado? El desencanto. Sobrevivimos más que vivimos y como consecuencia obtenemos la pérdida de nuestros sueños y la desconexión de nosotros mismos. Con el “deber que” y el “tener que” cerramos el acceso a ese nivel de nuestro interior.

Cuando alguien no se tiene en cuenta y lo hace durante un tiempo, termina despertando un día pensando que su vida está muy lejos de ser la que quería. La conformidad de dedicarse a lo que ha ido apareciendo, junto a lo que los demás le demandaban, suele jugar una mala pasada: llevarnos a un lugar en el que nos sentimos extraños.

“No malgastes tu tiempo, pues de esa materia está formada la vida”
-Benjamin Franklin-

La trampa del conformismo

Muchos de nosotros somos buenos ejemplos de ese gran déficit hacia lo personal, que no egoísta, que ha invadido gran parte de nuestra sociedad. Un cambio progresivo que nos perjudica más que beneficia, pero que la mayoría de las veces sabemos disimular -ante los demás y ante nosotros mismos- a través del conformismo.
 
Mujer con flores
 
La creatividad de la infancia y la pasión que nos impulsa en nuestra adolescencia se pierden en el olvido, apagando la luz que nos ha hecho brillar hasta esos momentos. Es suficiente con mirar a nuestro alrededor y observar cómo la gente se dedica a trabajos que no ama, se conforma con sus relaciones y deshecha sueños porque parece que necesitan un vuelo demasiado alto capaz de rozar la utópico.

La ilusión desaparece porque nos conformamos y nuestro crecimiento se detiene. La zona de confort es demasiado agradable como para soportar miedos, frustraciones e incertidumbres. Optamos por el plan B: lo sencillo, lo que toca, lo que hace perder el timón de nuestro vuelo.

Permanecer en el hechizo de pensar que siempre es mejor atender a lo que hay afuera que escuchar lo que nuestro interior necesita perpetua nuestro olvido y genera dependencia a la aceptación de los demás.

No eres egoísta, estás cuidando de ti mismo

De vez en cuando conviene hacerse un chequeo emocional para saber cómo nos encontramos. Preguntarnos cómo nos sentimos con nuestra vida en general y con nuestro trabajo, nuestras relaciones y lo que hacemos en particular nos proporcionará pistas sobre nuestro bienestar.

Cuando el resultado son sentimientos de decepción y desencanto es muy probable que nos encontremos viviendo nuestra vida como actores y actrices secundarios. El problema radica en que, aún sabiendo que tenemos que dedicarnos más tiempo a nosotros mismos, hay una pregunta que nos inquieta y nos congela: si lo hacemos, ¿seremos egoístas?

Corazón que florece

¿Somos egoístas cuando salimos a buscar aquello que necesitamos y nos hace bien? Déjame decirte que no, tan solo estás cuidando de ti mismo. El único amor que dura para siempre es el amor propio, por lo que si no te encargas de mantenerlo ¿quién lo hará? No es conveniente conformarse con rebajas…

Nadie es egoísta por despertar y decir “no” o “basta”, tampoco por guardarse minutos para sí y no estar disponible 100% a las demandas de su entorno. No pasa nada porque hayas decidido dejar de ser el que siempre estaba para todos, pero nunca para sí. Más vale tarde que nunca.

Invierte en ti, ¡no te olvides!

“La necesidad de aprobación de los demás equivale a decir: “Lo que tú piensas de mi es más importante que la opinión que tengo de mi mismo”
-Wayne Dyer-

Puede que te hayas convertido en un experto en saber al detalle qué quieren tus padres, tu pareja o tus amigos de ti, el problema es que poco o nada te has parado a pensar en qué quieres tú mismo. Pero saberlo es tan vital como respirar, pues repercute en tu autoestima y en tu bienestar emocional.

Ante ello, la mejor solución es invertir en amor propio. Toca encender la llama de amor por nosotros. Para ello:

  • Considérate una persona valiosa. Tu valor trasciende más allá de tus errores y fracasos. No eres tus resultados sino tu capacidad de reponerte. El amor hacia ti es muy importante.
  • Olvídate de complacer a los demás para estar bien. Complacer puede llegar a agotarte y finalmente destruirte. Nadie es egoísta por decir lo que piensa, siempre y cuando lo haga desde el respeto y marcando límites sanos para protegerse.
  • Establece tus prioridades. Para invertir en ti tienes que conocer cuáles son tus prioridades: a qué o quienes quieres dedicar más tiempo o menos para seguir construyendo tus sueños.
  • Disfruta de tus tiempos. Un día libre o por fin, ese fin de semana tan ansiado. Aprovecha el tiempo al máximo y deja fuera tus obligaciones. Eres el protagonista principal de tu vida, no un actor secundario.
“Sólo si me siento valioso por ser como soy, puedo aceptarme, puedo ser auténtico, puedo ser verdadero”
-Jorge Bucay-
Si eres de esas personas que lleva tiempo desconectada con su interior, te adelanto que volver a escuchar tu diálogo interno a niveles profundos es una tarea que te va a llevar tiempo. Piensa en todos los muros que has levantado, en todas las veces que te has ignorado: ser capaz de escuchar de nuevo ese lenguaje no es una habilidad que se perfeccione un momento. Sin embargo, si tienes paciencia lo conseguirás y ya te adelanto que lo que recuperarás merecerá la pena, tanto para ti como para los que te rodean.
 
Artículo original publicado en La Mente es Maravillosa

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